lunes, 13 de abril de 2020

La pandemia, ¿Una oportunidad sociológica?

Por Carolina Nizza*

La experiencia del COVID-19 ya nos hizo notar que la dinámica diaria varió en su constancia, su ritmo y habitualidad. Sabemos, porque a esta altura ya nos tocó experienciarlo, que nuestras rutinas están puestas en jaque, mientras una de mayor alcance continúa erguida sobre una fuerza ineludible: la rutina de reconocer que la humanidad hoy encuentra su peor enemigo en un ser de distinta especie. Tal como entonces presagiaban las doctrinas inspiradas en el peligro de la penetración invisible del enemigo externo, hoy nos reconocemos ante la gravedad de un literal contagio. Y el contagio, tanto en aquellas circunstancias como en estas, permanece como sinónimo de muerte.

Probablemente, necesitemos de un considerable tiempo para terminar de asimilar la cantidad de supuestos que se han visto trastocados en su pilaridad bajo esta amenaza invisible, al tiempo que para reforzar especialidades cuya importancia analítica perduraba archivada hasta el momento.
El riesgo humano es, a su vez, el social. No hay sociedad que se erija sobre distinta especie que la humana, y nos cabe a nosotros/as poder rendir tributo a ello, garantizándonos mejores y más igualitarias formas de vida en sociedad. Cuidarnos en tanto especie, supone recordar un sentido de comunidad subyacente a nuestros intereses particulares, que nos permitiría dar fuerza a sistemas menos polarizados a su interior. La pandemia como ocasión, entonces, nos invita a redirigir la mirada a nuestras dinámicas sociales desde el punto de vista de nuestra unidad, para pasar de una búsqueda de sentidos de tinte clasista, hacia una búsqueda más profunda e importante, que nos concierne a todos/as en tanto personas. ¿Y acaso esta mirada no nos acerca a la del bien público, a la de la rousseauniana Voluntad General?

La Sociología, en tanto ciencia social que estudia dinámicas construidas y reproducidas en el seno de nuestras sociedades, adquiere un potencial explicativo profundamente rico en este contexto. Comprender las tendencias que mundialmente se han perfilado, al tiempo que sus motivaciones, sus modalidades y sus condicionantes, son recursos invaluables para la crítica de las actualmente golpeadas lógicas sistémicas. Al mismo tiempo, el oficio sociológico no sólo ofrece insumos necesarios para repensar las modalidades bajo las cuales vivimos en sociedad, sino también para proponer medidas y soluciones con un criterio científico, historiográfico y social.
Ahora bien, mientras la Sociología constituye un particular campo del saber científico, lo virtuoso de la condición humana en este caso es su inevitable inserción en sociedad. De allí que todos/as, sin distinción alguna, estemos habilitados/as a ejercitar una variante no-científica de la "suspensión de lo dado" sobre la que, siguiendo a Pierre Bourdieu (1973), se erige el verdadero oficio sociológico. Es quizás hoy más que nunca, aprovechando la ocasión de la pandemia que a la fuerza ha puesto en pausa a todas nuestras habitualidades y sentidos, que podemos auto-invitarnos a ejercitar esta particular suspensión, y comenzar, en comunidad y desde la práctica cotidiana, a desembarazarnos del sentido común y la costumbre, y a reconocer la necesidad de robustecer la importancia dada al espacio científico dedicado al análisis de todo ello. 
Siendo esta una invitación a deconstruir nuestras modalidades de vida para lograr así contribuir a la construcción de otras nuevas, más igualitarias, menos dolorosas y crecientemente indisociables del criterio de las ciencias sociales, queda ahora sobre nuestros hombros la responsabilidad de lo que ya comenzó: cambiar el modo y las lógicas sobre las cuales la humanidad organiza la vida social. 


*Lic. en Sociología (UBA).

jueves, 2 de abril de 2020

A 38 años, apuntes sobre Malvinas

Por Maximiliano Feroleto*

El caso Malvinas nos ha dejado innumerables marcas tanto a nivel personal como a nivel colectivo. A 38 años de su acontecimiento, me interesa reflexionar brevemente acerca del segundo nivel dado que el primero depende necesariamente de cuestiones únicas e individuales. Por supuesto, esta es una división con fines puramente analíticos, lejos estoy de desconocer la interrelación de ambos planos en nuestra cotidianidad.

Por tratarse de un hito en nuestra historia social, es un hecho que involucra tanto a quienes han presenciado de cuerpo aquellos momentos como quienes heredamos sus resabios. Ambos llevamos las marcas de un momento especial para nuestra sociedad. Lo importante, entonces, es poder encontrar fragmentos de verdad que respondan a todo lo acontecido posteriormente. Lo importante, entonces, es comprender. Entender un poco más aquel momento para ir completando la imagen que el espejo social nos muestra cada día y reconocernos con mayor claridad. 
Intentaré apuntar algunas líneas en torno a una pregunta recurrente que me invade desde hace años, cada vez que nos acercamos a esta fecha:

¿Cómo fue posible que gran parte del pueblo argentino haya considerado válida la promesa del gobierno dictatorial acerca de la recuperación de las Islas Malvinas por medio de la fuerza militar, es decir, “haciéndole la guerra” a una de las mayores potencias bélicas del mundo?


El terror, la muerte y los dos demonios.
Solo una sociedad que los años anteriores haya estado desbordada por el terror y la muerte, carente de expresión social y política y envuelta en una de las peores brechas distributivas de su historia reciente, puede confundir el remedio con la enfermedad. 
Solamente una sociedad manipulada mediáticamente y desconectada violentamente de la realidad pudo haber llenado sus plazas más importantes apoyando lo que en su planteo original contenía el germen del fracaso, esto es: arrebatarle por la fuerza un pedazo de tierra al imperio líder en piratería y colonización mundial.

Tapas de los principales diarios y revistas durante la guerra.
Por último, la presentación de un mal exógeno mayor que relativiza al opresor interno y lo reubique como aquel capaz de salvarnos, rezando el refrán: “más vale malo conocido que malo por conocer”. Otra vez, los dos demonios. Verdadera falacia bajo la cual se descubre que el mal externo no es más que la proyección de aquel que está entre nosotros.


Galtieri desde el balcón de Casa Rosada frente a una multitud en Plaza de Mayo.

El mito de la Patria
Los mitos tienen un poder operativo que va más allá de la razón. Éstos operan en el campo del deseo y éste genera lazos sociales más fuertes en situaciones críticas. Dichos lazos exacerban determinados sentimientos en cada sujeto llevándolo a recrear escenas de vida o muerte, donde todo es cuestión de honor y orgullo.
El poder colectivo del mito tiene sus propias leyes y los comportamientos individuales quedan subsumidos en ellas. El mito es una forma de verdad distinta a la verdad científica, no es la razón quien guía lógica sino la explicación del origen y el ser. Por eso la Patria, el mito moderno, fue la pieza clave que logró amalgamar buena parte de la discordia que se vivía por aquel momento. El grito de “viva la Patria” es un grito de guerra, un grito en el cual la vida y la muerte tienen el mismo valor. Con la evocación mítica las cosas se disponen de manera diferente, el enemigo externo borra las contradicciones internas y la cotidianidad queda suspendida, dándole paso a la ficción para que se convierta en una realidad excepcional. El pueblo sí se equivoca cuando su voluntad es arrebatada y expresada por otros o acaso, ¿lo que el pueblo argentino necesitaba en esos años para salir a flote era recuperar unas tierras que había olvidado por más de 150 años?

La cuestión de Malvinas nos dejó un incremento en la tasa de suicidios, familias destrozadas e incompletas, y una nueva mancha en la historia argentina reciente. Sin embargo, la onerosa invocación del mito, también nos dejó historias de vida, de fraternidad y solidaridad con un nivel de compromiso social inusitado. Historias cuyas enseñanzas son más potentes que cualquier manual educativo. Es cierto, el costo fue muy alto. 

El hito Malvinas constituyó otro mito, un nuevo pilar que sostiene a esta sociedad cada vez más extensa. Los Héroes de Malvinas son aquel mito que hoy nos hace ver de otra forma el mundo, aquel que nos hizo chocar de frente con el lugar que ocupamos en el planeta y así reencontrarnos con la realidad. El sacrifico de sus vidas, de juventudes truncas y sueños inconclusos escribieron el último capítulo de una noche larga. A partir de allí pudimos vislumbrar, apenas, un horizonte democrático basado en la cooperación del pueblo argentino. Esa cooperación inocente que juntaba ropa, alimentos y dinero que solo si caía en buenas manos llegaba a destino, es a su vez la más genuina de todas. Ahí habrá que buscar las respuestas cada vez que nos inviten a enfrentarnos entre nosotros.

*Lic. en Sociología (UBA).

Ley de Teletrabajo en Argentina. Perspectivas en torno al rol del Estado

Por Maximiliano Feroleto* Aprovechando el desarrollo de los debates parlamentarios, resulta interesante contrastar y reflexionar sobre dos...