Por Carolina Nizza*
La experiencia del COVID-19 ya nos
hizo notar que la dinámica diaria varió en su constancia, su ritmo y
habitualidad. Sabemos, porque a esta altura ya nos tocó experienciarlo, que
nuestras rutinas están puestas en jaque, mientras una de mayor alcance continúa
erguida sobre una fuerza ineludible: la rutina de reconocer que la humanidad
hoy encuentra su peor enemigo en un ser de distinta especie. Tal como entonces
presagiaban las doctrinas inspiradas en el peligro de la penetración invisible
del enemigo externo, hoy nos reconocemos ante la gravedad de un literal
contagio. Y el contagio, tanto en aquellas circunstancias como en estas,
permanece como sinónimo de muerte.
Probablemente, necesitemos de un
considerable tiempo para terminar de asimilar la cantidad de supuestos que se
han visto trastocados en su pilaridad bajo esta amenaza invisible, al tiempo
que para reforzar especialidades cuya importancia analítica perduraba archivada
hasta el momento.
El riesgo humano es, a su vez, el
social. No hay sociedad que se erija sobre distinta especie que la humana, y
nos cabe a nosotros/as poder rendir tributo a ello, garantizándonos mejores y
más igualitarias formas de vida en sociedad. Cuidarnos en tanto especie, supone
recordar un sentido de comunidad subyacente a nuestros intereses particulares,
que nos permitiría dar fuerza a sistemas menos polarizados a su interior. La
pandemia como ocasión, entonces, nos invita a redirigir la mirada a
nuestras dinámicas sociales desde el punto de vista de nuestra unidad, para pasar de una búsqueda de sentidos de tinte clasista, hacia una búsqueda más
profunda e importante, que nos concierne a todos/as en tanto personas. ¿Y acaso
esta mirada no nos acerca a la del bien público, a la de la rousseauniana
Voluntad General?
La Sociología, en tanto ciencia
social que estudia dinámicas construidas y
reproducidas en el seno de nuestras sociedades, adquiere un potencial
explicativo profundamente rico en este contexto. Comprender las tendencias que
mundialmente se han perfilado, al tiempo que sus motivaciones, sus modalidades
y sus condicionantes, son recursos invaluables para la crítica de las actualmente
golpeadas lógicas sistémicas. Al mismo tiempo, el oficio sociológico no sólo ofrece insumos necesarios para repensar las modalidades
bajo las cuales vivimos en sociedad, sino también para proponer medidas y soluciones con un criterio científico, historiográfico y social.
Ahora bien, mientras la Sociología constituye un particular campo del saber científico, lo virtuoso de la condición humana en este caso es su inevitable inserción en sociedad. De allí que todos/as, sin distinción alguna, estemos habilitados/as a ejercitar una variante no-científica de la "suspensión de lo dado" sobre la que, siguiendo a Pierre Bourdieu (1973), se erige el verdadero oficio sociológico. Es quizás hoy más que nunca, aprovechando la ocasión de la pandemia que a la fuerza ha puesto en pausa a todas nuestras habitualidades y sentidos, que podemos auto-invitarnos a ejercitar esta particular suspensión, y comenzar, en comunidad y desde la práctica cotidiana, a desembarazarnos del sentido común y la costumbre, y a reconocer la necesidad de robustecer la importancia dada al espacio científico dedicado al análisis de todo ello.
Ahora bien, mientras la Sociología constituye un particular campo del saber científico, lo virtuoso de la condición humana en este caso es su inevitable inserción en sociedad. De allí que todos/as, sin distinción alguna, estemos habilitados/as a ejercitar una variante no-científica de la "suspensión de lo dado" sobre la que, siguiendo a Pierre Bourdieu (1973), se erige el verdadero oficio sociológico. Es quizás hoy más que nunca, aprovechando la ocasión de la pandemia que a la fuerza ha puesto en pausa a todas nuestras habitualidades y sentidos, que podemos auto-invitarnos a ejercitar esta particular suspensión, y comenzar, en comunidad y desde la práctica cotidiana, a desembarazarnos del sentido común y la costumbre, y a reconocer la necesidad de robustecer la importancia dada al espacio científico dedicado al análisis de todo ello.
Siendo esta una invitación a deconstruir nuestras modalidades de vida para lograr así contribuir a la construcción de otras nuevas, más igualitarias, menos dolorosas y crecientemente indisociables del criterio de las ciencias sociales, queda ahora sobre nuestros hombros la responsabilidad de lo que ya comenzó: cambiar el modo y las lógicas sobre las cuales la humanidad organiza la vida social.
*Lic. en Sociología (UBA).