jueves, 2 de abril de 2020

A 38 años, apuntes sobre Malvinas

Por Maximiliano Feroleto*

El caso Malvinas nos ha dejado innumerables marcas tanto a nivel personal como a nivel colectivo. A 38 años de su acontecimiento, me interesa reflexionar brevemente acerca del segundo nivel dado que el primero depende necesariamente de cuestiones únicas e individuales. Por supuesto, esta es una división con fines puramente analíticos, lejos estoy de desconocer la interrelación de ambos planos en nuestra cotidianidad.

Por tratarse de un hito en nuestra historia social, es un hecho que involucra tanto a quienes han presenciado de cuerpo aquellos momentos como quienes heredamos sus resabios. Ambos llevamos las marcas de un momento especial para nuestra sociedad. Lo importante, entonces, es poder encontrar fragmentos de verdad que respondan a todo lo acontecido posteriormente. Lo importante, entonces, es comprender. Entender un poco más aquel momento para ir completando la imagen que el espejo social nos muestra cada día y reconocernos con mayor claridad. 
Intentaré apuntar algunas líneas en torno a una pregunta recurrente que me invade desde hace años, cada vez que nos acercamos a esta fecha:

¿Cómo fue posible que gran parte del pueblo argentino haya considerado válida la promesa del gobierno dictatorial acerca de la recuperación de las Islas Malvinas por medio de la fuerza militar, es decir, “haciéndole la guerra” a una de las mayores potencias bélicas del mundo?


El terror, la muerte y los dos demonios.
Solo una sociedad que los años anteriores haya estado desbordada por el terror y la muerte, carente de expresión social y política y envuelta en una de las peores brechas distributivas de su historia reciente, puede confundir el remedio con la enfermedad. 
Solamente una sociedad manipulada mediáticamente y desconectada violentamente de la realidad pudo haber llenado sus plazas más importantes apoyando lo que en su planteo original contenía el germen del fracaso, esto es: arrebatarle por la fuerza un pedazo de tierra al imperio líder en piratería y colonización mundial.

Tapas de los principales diarios y revistas durante la guerra.
Por último, la presentación de un mal exógeno mayor que relativiza al opresor interno y lo reubique como aquel capaz de salvarnos, rezando el refrán: “más vale malo conocido que malo por conocer”. Otra vez, los dos demonios. Verdadera falacia bajo la cual se descubre que el mal externo no es más que la proyección de aquel que está entre nosotros.


Galtieri desde el balcón de Casa Rosada frente a una multitud en Plaza de Mayo.

El mito de la Patria
Los mitos tienen un poder operativo que va más allá de la razón. Éstos operan en el campo del deseo y éste genera lazos sociales más fuertes en situaciones críticas. Dichos lazos exacerban determinados sentimientos en cada sujeto llevándolo a recrear escenas de vida o muerte, donde todo es cuestión de honor y orgullo.
El poder colectivo del mito tiene sus propias leyes y los comportamientos individuales quedan subsumidos en ellas. El mito es una forma de verdad distinta a la verdad científica, no es la razón quien guía lógica sino la explicación del origen y el ser. Por eso la Patria, el mito moderno, fue la pieza clave que logró amalgamar buena parte de la discordia que se vivía por aquel momento. El grito de “viva la Patria” es un grito de guerra, un grito en el cual la vida y la muerte tienen el mismo valor. Con la evocación mítica las cosas se disponen de manera diferente, el enemigo externo borra las contradicciones internas y la cotidianidad queda suspendida, dándole paso a la ficción para que se convierta en una realidad excepcional. El pueblo sí se equivoca cuando su voluntad es arrebatada y expresada por otros o acaso, ¿lo que el pueblo argentino necesitaba en esos años para salir a flote era recuperar unas tierras que había olvidado por más de 150 años?

La cuestión de Malvinas nos dejó un incremento en la tasa de suicidios, familias destrozadas e incompletas, y una nueva mancha en la historia argentina reciente. Sin embargo, la onerosa invocación del mito, también nos dejó historias de vida, de fraternidad y solidaridad con un nivel de compromiso social inusitado. Historias cuyas enseñanzas son más potentes que cualquier manual educativo. Es cierto, el costo fue muy alto. 

El hito Malvinas constituyó otro mito, un nuevo pilar que sostiene a esta sociedad cada vez más extensa. Los Héroes de Malvinas son aquel mito que hoy nos hace ver de otra forma el mundo, aquel que nos hizo chocar de frente con el lugar que ocupamos en el planeta y así reencontrarnos con la realidad. El sacrifico de sus vidas, de juventudes truncas y sueños inconclusos escribieron el último capítulo de una noche larga. A partir de allí pudimos vislumbrar, apenas, un horizonte democrático basado en la cooperación del pueblo argentino. Esa cooperación inocente que juntaba ropa, alimentos y dinero que solo si caía en buenas manos llegaba a destino, es a su vez la más genuina de todas. Ahí habrá que buscar las respuestas cada vez que nos inviten a enfrentarnos entre nosotros.

*Lic. en Sociología (UBA).

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